lunes, 17 de diciembre de 2007

Mulas del carbon: Las mensajeras de la muerte

Este es un articulo del Heraldo que muestra cómo el Carbon es parcialmente desarrollo pero al tiempo un retraso. Nos da regalias, pero nos golpea indirectamente los efectos del calentamiento por el uso indebido que hace "nuestro cliente".
Creo que si tenemos recursos y no los vamos a necesitar usar inmediatamente debemos venderlos a un precio mayor del mercado por los efectos que nos causa una perdida de reservas de recursos.

Por R. SARMIENTO COLEY La familia Ortíz Villa –padre, madre, tres niños y una tía- tenía la ilusión de llegar a Santa Marta en ese instante hermoso en que el sol declina y derrama sus moribundos rayos sobre las aguas del inmenso mar. Fue solo eso. Una ilusión. Pues no contaban con la tortura de los trancones desde Curumaní hasta las goteras de la capital magdalenense.En años anteriores Ricardo Ortíz con su familia hacian el recorrido en 15 horas, máximo 16, “viajando sin correr, y con una que otra parada para estirar los huesos”. Esta vez fueron casi 21 horas para llegar a su destino: un apartamentico en El Rodadero.“Llegamos a Bucaramanga en forma normal, con un recorrido de 6 horas. Luego emprendimos hacia Aguachica, donde siempre llegamos porque es un pueblo grato, de gente muy amable y hospitalaria. De Bucaramanga a Aguachica fueron más o menos tres horas. Reanudamos el viaje a las nueve de la mañana, con el fin de meternos a Santa Marta a las tres o cuatro de la tarde. Llegamos a las siete de la noche. No contábamos con esa tortura en el tramo de la llamada ‘ruta de las mulas’, que vienen con el carbón de las minas de ‘La Loma’, en la Jagua de Ibirico. Eso, realmente, es un tormento para el viajero”, sostiene Ortíz. Y lo es.El mismo recorrido a la inversa, saliendo de Barranquilla a las cuatro de la madrugada, sorprende al viajero con los primeros trancones tan pronto deja la Y de Ciénaga –en donde se separan las dos vías, la que sigue hacia Santa Marta y la que va hacia Fundación- y empiezan los tramos convertidos en algo peor que caminos de herradura.LOS MUERTOS DE SIEMPREA lo largo del recorrido no hay una autoridad vial que ponga orden a aquel desorden de tractomulas, furgones, buses y taxis que, casi por igual, ven al conductor y a los pasajeros que viajan en un carro particular como el ‘enemigo a fastidiar e intimidar”.Lo más triste es que a mediados de enero se produjo uno de los peores desastres automovilísticos en esta vía, cuando un bus con 23 pasajeros que regresaban de un paseo familiar de Santa Marta a El Santuario (Antioquia), fue embestido por una tractomula que quedó sin dirección. El trágico suceso, que causó la muerte a 20 personas y dejó 3 gravemente heridas, se produjo en el tramo entre Bosconia y San Roque. Este año, a lo largo de la llamada ‘ruta de la muerte’, los accidentes se han repetido cada día.En enero pasado, luego de esa tragedia, en una nota editorial de este diario, se hizo un llamado para que se tomaran medidas urgentes para impedir que los viajeros sigan muriendo en esa fatídica vía “ojalá antes de que vengan las próximas vacaciones”. Y llegaron, sin que nada se haya hecho para garantizar la vida de los pasajeros.HOMBRES SIN HÍGADOSA la vera de la vía, entre Curumaní y Bosconia –que es el tramo más crítico- en una de las tantas fondas a donde llegan los ‘muleros’ a saborear de rapidez cualquier cosa que disminuya su fatiga, Moisés Casadiego, un ocañero que hace 35 años echó raíces en estas tierras, asegura que “lo que pasa es que estos choferes son hombres sin hígados. Es gente muy sufrida. Con una verdadera vida miserable. La mayoría no ve a su mujer, a sus hijos. Los ven de vez en cuando, cada dos o tres meses. Yo hablo mucho con ellos. Me cuentan historias terribles. Especialmente cuando se quedan por aquí un rato, a la espera del turno para cargar en la mina”.Casadiego narra el caso de uno de los muleros, quien trabajó sin tregua dos años para ahorrar para comprar su casa en Bucaramanga. El día que llegó confiado en que su mujer había invertido los ahorritos que le enviaba mensualmente, se encontró con la desagradable noticia de que se le había ido para Venezuela, con el mejor de sus amigos. Se le fue con sus tres hijos “y toda la platica de los ahorros para comprar la casa”.Una de las curiosidades que indaga Casadiego en las charlas con sus amigos ‘muleros’ es su forma de vida. Comen mal y duermen peor. No tienen recreación ni entretenimiento. ¡Así, cualquiera se convierte en un verdadero mensajero de la muerte en estas vías sin ley!“Con decirle que el único entretenimiento de ellos en los últimos tiempos es recoger a ciertas muchachitas que se dedican a actividades poco santas. Vienen de los barrios subnormales de Barranquilla, Santa Marta o Cartagena. Hay varios sitios en donde se ubican a esperar a sus ‘clientes’, los ‘muleros’. Salen, generalmente, de la Y de Ciénaga y de los pueblos en la vía en ese tramo entre la Y y Aracataca. Estas ‘niñas’ se suben a la cabina de la ‘mula’, y, mientras el hombre va tirando cabrilla, ellas le prestan el servicio”, según Casadiego.En promedio, diariamente transitan por esa ruta – desde las minas de carbón en ‘La Loma’, Cesar, hasta los muelles carboníferos en inmediaciones de Ciénaga y Santa Marta (Magdalena), un promedio de 300 mulas, que pagan seis peajes de ida y vuelta a un promedio de $50 mil por viaje.UNA MINA DE OROLa carretera produce anualmente al Gobierno Nacional cerca de nueve mil millones de pesos, suficientes para hacer una carretera de las más altas características, con bahías o zonas de parqueo, sin un solo hueco.El Gobierno ha pensado en entregar en concesión toda la vía. Para ello deberá construir de nuevo la carretera y hacer un carril especial para el transporte del carbón. La otra solución sería la concesión del transporte férreo, que asuma el transporte total del carbón en tren (en la actualidad apenas una mediana parte de la explotación minera se transporta en tren, pero en condiciones tan lamentables, que los centenares de vagones van destapados y llenan de polvillo negro una inmensa zona a la redonda).Según los habitantes de las poblaciones de la llamada Troncal de Oriente, la explotación del carbón de ‘La Loma’ sólo ha beneficiado a unos pocos, mientras que la inmensa mayoría ha sido perjudicada y muchos de ellos han sufrido ruina por las consecuencias de la contaminación, los accidentes y la inseguridad en la vía.Y, desde luego, los que han llevado la peor parte son todos los viajeros de la ruta. La gente que viene del interior del país por estas temporadas. Lo mismo que los costeños que viajan a Bucaramanga, Bogotá, Medellín y resto del interior. Y ni qué decir de los sufridos habitantes de San Alberto, San Roque, Aguachica, Pelaya, Pailitas, Criguaná, La Jagua, Bosconia, El Copey, Fundación, Aracataca, para quienes viajar a Valledupar, Barranquilla y Santa Marta se ha convertido en una verdadera tortura. Para un habitante de Aguachica, que está a cinco horas de su capital, Valledupar (a 301 kilómetros), ahora tiene que emplear entre ocho y diez horas. Le queda más fácil ir a Bogotá (a 538 kilómetros) en seis horas. Lo peor es cuando tiene que recorrer los 479 kilómetros hasta Barranquilla: las 7 horas de un recorrido normal se le convierten en 10 y hasta 12 horas. ¡No hay riñones que aguanten!

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